A usted, con el más profundo de los afectos.

Mi estimado señor:

He tomado la osadía de escribirle, movido por un impulso que, aunque sencillo, nace de lo más hondo de mi ser.  
Escribirle no es tarea fácil; las palabras se resisten, se hacen pequeñas frente a la magnitud de lo que deseo expresar.  
Y sin embargo, aquĂ­ me encuentro, confiando en que cada letra logre al menos rozar la verdad de lo que siento.  

Usted ha sido, sin pretenderlo, una de las más gratas casualidades que la vida me ha concedido.  
En su presencia hallé algo que trasciende lo cotidiano, algo que no puedo nombrar sin sentir que cualquier intento es insuficiente.  
Hay seres que cruzan nuestro camino y, sin anunciarlo, iluminan lo gris con un resplandor inusual. Usted es uno de ellos.  

No me atrevería a decir que comprendo el porqué de mi aprecio; quizá no haya explicación alguna, y tal vez por eso es tan sincero.  
Lo único que sé es que su existencia ha dejado en la mía un eco tan dulce como imposible de ignorar.  
Sus palabras, su voz, sus silencios… todo cuanto lo compone ha tejido en mí una especie de calma que desconozco en otros lugares.  

PermĂ­tame confesarle algo: temo al dĂ­a en que ya no me considere su amigo.  
Mas si ese momento llegase, sepa que mi cariño no se extinguiría.  
Porque hay afectos que no mueren con la distancia ni con el olvido; se quedan guardados en el pecho, como una flor que uno decide no arrancar.  
Así, aunque el tiempo nos aparte o la vida cambie sus rutas, yo le llevaré conmigo.  

Lo llevo, sin exagerar, en el corazĂłn.  
En cada jornada que inicia, en cada pensamiento fugaz que nace entre la rutina.  
Y si alguna vez duda de su valor, recuerde que alguien en algĂşn rincĂłn del mundo lo admira profundamente.  

Si mis palabras logran siquiera una sonrisa suya, habré cumplido mi propósito.  
Y si no, al menos me quedará el consuelo de haberle dicho, con la mayor honestidad posible, lo que tantos silencios habían callado.  

Con todo el respeto, la ternura y la devociĂłn que me es posible:  

Siempre suyo.  
(firma)

P.D.: Si alguna vez la duda le susurra que no significa nada, relea estas lĂ­neas.  
Y sabrá que hubo alguien que lo quiso más de lo que jamás se atrevió a decir en voz alta.
En la tarde donde la lluvia canta,  
y el cielo viste su abrigo negro,  
se esconde un susurro que se quebranta  
entre jazmines y el viento quedo.  

Las gotas bailan en el vidrio frĂ­o,  
como notas que alguien entona en la cocina,  
y yo las sigo, perdido en el vacĂ­o,  
donde tu canto inesperado germina.  

Sabes por qué me encantan las nubes?  
Porque te digo que las amo?  
Porque me recuerdan a ti, siempre frotando en ellas,  
a veces imagino que estás arriba, descansando,  
pero sabiendo que tendrás que bajar para cumplir tus responsabilidades,  
pero lo maravilloso es cĂłmo te tomas tu tiempo,  
Nan, yo te amo como no tienes idea,  
eres mi nube favorita.  

Las sombras del negro que tanto aprecias,  
no me asustan si en ellas imagino tus pasos;  
el aroma de jazmines me recuerda tus risas,  
el viento arrulla tu nombre entre los abrazos.  

El sonido de la lluvia sobre el techo  
se mezcla con tu voz cuando cantas,  
un canto que convierte lo pequeño en inmenso,  
lo cotidiano en magia, lo simple en milagro.  

Cada gota parece contar una historia,  
cada nube dibuja un secreto que me pertenece,  
y yo la sigo, como sigo tu memoria,  
sin saber dĂłnde termina y comienza mi deseo.  

La noche guarda tu misterio,  
el gris del cielo tu calma inesperada,  
y en cada parpadeo de estrella en la distancia,  
veo destellos de ti que me llenan de nostalgia dorada.  

Me pierdo en estas cosas sin nombre,  
en los detalles diminutos que me recuerdan a ti:  
las flores que no son jazmines,  
pero que intento sembrar pensando en tu risa,  
la arena de la playa que acaricio  
porque alguna vez juntos vimos estrellas,  
y cada recuerdo se convierte en un hilo  
que teje tu presencia dondequiera que esté.  

Y asĂ­, entre lluvia, negro, jazmines y canto,  
mi corazĂłn guarda un secreto que late despacio:  
todo lo que me rodea, todo lo que respiro,  
me recuerda a ti, aunque no lo sepas aĂşn.  

Hasta que un dĂ­a, al final de este verso,  
mi corazĂłn se atreve a decirlo en silencio:  
cada pensamiento, cada instante, cada soplo de aire,  
cada nube y cada gota de lluvia,  
todo… habla de ti.
Las flores… A Bob Esponja le gustaban las flores,  
y sabes quién es amigo de Bob? Así es, Patricio Estrella.  
Y sabes dĂłnde se encuentran las estrellas?  
En la playa.  
La playa tiene arena y tierra.  
Una vez compré tierra para sembrar rosas…  
Sembré rosas porque no había jazmines,  
y los jazmines son tus flores favoritas.  
Te extraño.  

El color negro… siempre me recuerda a ti,  
no porque sea oscuro, sino porque es elegante,  
y tĂş siempre encuentras elegancia incluso en lo sencillo.  

La lluvia cae y yo pienso en cĂłmo te gusta mojar tus manos,  
o cantar en la cocina mientras el agua hierve,  
y me rĂ­o solo porque sĂ­, porque me imagino tu cara concentrada,  
pero feliz.  

El viento mueve hojas y papeles, y me hace pensar en tus cabellos,  
en cĂłmo se mueven con naturalidad,  
como si cada mechón tuviera su propio pequeño universo.  

El canto de los pájaros… bueno, ya sé que tú cantas más bonito,  
y no solo cantas, sino que llenas todo de energĂ­a,  
aunque a veces lo hagas tarareando mientras lavas un plato o cuentas algo tonto,  
y yo recuerdo cada uno de esos momentos,  
aunque ni siquiera sepas que los guardo en mi memoria.  

El café, la arena, los libros, las canciones que olvidas,  
los zapatos que pierdes, la forma en que te concentras…  
Todo me recuerda a ti,  
aunque yo solo quería escribir sobre otra cosa…  
pero nada escapa, Nan.